Us deixo amb un primer tros d'una historieta que vaig fer a un crèdit variable de 4t ESO.
Hoy no he tenido un buen día. En realidad, decir que mi día ha sido malo ya es ser muy optimista. Y ahora, al llegar a casa, mi madre me pega la paliza de siempre: que si tengo la habitación hecha un asco, que si debo hacerme la cama todos los días antes de ir al instituto y qué sé yo... Estoy deprimida y un poco mosqueada con todos y... ¿Por qué no admitirlo?... también conmigo misma.
La miro con desprecio, le doy una contestación muy violenta y me refugio en mi habitación con un portazo estruendoso. Furiosa, lucho para combatir las lágrimas que no puedo contener. Ya hacía unos cuantos días que necesitaba "explotar" y, con esta tontería, mis mofletes se convierten en un paraguas, desviando el trayecto de la fuente de agua que sale de mis ojos. Ahora me siento más desgraciada que nunca. ¿Por qué no he podido limitarme a aceptar mi error y pedir perdón? Pero no, siempre lo empeoro todo. Últimamente nada funciona como quisiera. ¿Por qué me pasa esto siempre a mí?
Con un pañuelo, me seco las mejillas y el cuello y, una vez me he calmado, voy en busca de mi madre para disculparme, pero no está en casa, se ha ido ya. Una nota escueta me informa de que volverá tarde. Estará con papá en el hospital hasta la madrugada. ¡Vaya, lo que me faltaba, ahora yo no puedo ni sentirme mejor conmigo misma! El papel está húmedo. Aparece en mi mente el rostro de mi madre con la expresión de dolor cuando le he recriminado ser mala madre. ¡Pobre mamá, no se merece todo esto! ¡Ya tiene bastante con sus problemas! Espero que no le explique mi comportamiento de hoy a mi padre. Se decepcionaría mucho y no le ayudaría a recuperarse, sea cual sea su estado.
Me siento en el borde de mi cama y me dejo caer entre las sábanas y las mantas que la invaden por completo. Esta vez no hay escapatoria: debo arreglar un poco mi habitación, aunque no tenga ganas.
Con un bostezo, me levanto. Perezosa y resignada, abro la ventana. Hace mucho frío y unas nubes grises van ganando terreno al cielo despejado como si de un campo de batalla se tratara. Pongo la radio para animarme un poco y, a pesar de que con la música máquina que suena todavía me duele más la cabeza, no me molesto en cambiarla. Cinco minutos más tarde, cuando termino de hacer la cama, vuelvo a la ventana y la cierro rápidamente.
Ahora me dispongo a arreglar mi mesa, llena de libros, libretas, papeles sueltos, bolígrafos, rotuladores, gomas y lápices de todos los colores y tamaños. Poco a poco, pensándolo mucho (demasiado, la verdad, teniendo en cuenta que mañana estará de nuevo todo tirado), empiezo a poner todos los libros y libretas en su sitio.
La música cambia, ahora empieza una canción lenta, triste, melancólica. Tarareo la melodía suavemente, mientras coloco un libro entre una libreta de matemáticas y una carpeta roja. Leo la etiqueta de la carpeta roja: mi nombre. ¿Qué será esto? Sentándome en mi silla, la abro con cuidado... no, espera, ¡no puede ser! ¡Son los informes de cuando yo tenía tres y cuatro años! Ya ni me acordaba de que existieran.
- A su hija le gusta revolver el cubo de la basura- decía la profesora. Y añadía -, a menudo coge lo que en él encuentra. Y si le digo que lo vuelva a tirar, simula obedecerme aunque en realidad se lo guarda en el bolsillo.
¡Ajj! ¡Qué vergüenza! En mi cara se esboza una sonrisa, tengo muy tiernos recuerdos de cuando iba a las clases de parvulario... Y, a pesar de este comentario, todos los demás son muy buenos. Según mis profesoras, yo era “una chica alegre, simpática, cooperadora, apasionada”, y cuando digo ERA quiero decir ERA; pasado y muy pasado. Porque ahora todos los días discusiones, caras largas, sin ganas de ayudar a nadie... En fin, ¡será la edad, supongo! Y las circunstancias. Nada es como antes y nunca volverá a serlo. Hasta hace unas semanas era tan feliz que parece que se hayan agotado las reservas de este sentimiento y que una alfombra roja de dolor y sufrimiento se desenrollase ante mis pies para que recorriese el resto de mi vida por ella.
Alargo mi mano para coger de una estantería mi diario y empiezo a leer lo que escribí el día antes del accidente...
2 comentarios:
Nena, quina història tan...real??? (pregunto!!!) ... espero que demà ens regalaràs la continuació d'aquest "Diari d'una adolescent", quina gràcia!!!
Ostras, no me'n recordava d'aquesta història... Tot i que la vaig llegir fa anys. I què se n'ha fet de la del cavall??? Algun dia la penjaràs, no???
Publicar un comentario